Llovía todos y cada uno de los días, pero ella movía su melena al viento y sonreía porque en aquel momento tenía una razón para hacerlo. Cogía su paraguas dispuesta a caminar, a recorrer valles, parques, ríos, mares y montañas de su mano.
¿Qué importaba el frío que hacía fuera si cada beso encendía una llama dentro de ellos?
Una llama que con la llegada del calor se apagó, decidieron soplarle más de la cuenta y se les fue de las manos.
A día de hoy vuelve el viento y con él de nuevo el fuego, pero esta vez es diferente, mucho más tenue y débil. Ella sigue soplando, su melena sigue moviéndose al compás de aquella bonita melodía que solían escuchar cuando estaban juntos. Hace frío y ya no tiene sus besos pero sonríe al recordar aquella canción de Coldplay que sonaba en su coche, aquel primer día de "excursión" al bosque.
Casi un año después esa chica muere por un abrazo que le devuelva ese calor, sopla y sopla sin cesar para que la llama no se apague. Sin ayuda es algo complicado. Paciencia preciosa, algún día aparecerá para ayudarte a soplar o simplemente se extinguirá para siempre, pero hasta entonces, no pierdes nada por intentarlo.
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